El primer paso es analizar los desechos y estudiar la combinación del residuo con otros residuos locales interesantes para el proceso. Esta información influirá en la elección de los artrópodos más adecuados. Tras esto, se ajusta el sistema de cría masiva y se inicia el sistema de producción controlando el desarrollo adecuado de los insectos, con el objetivo de recolectar la biomasa final. El proceso es complejo, ya que múltiples factores bióticos y abióticos deben ser controlados. Tras la recolección, se produce la desinfección, secado, separación de productos, análisis y envasado. Las larvas húmedas contienen alrededor del 65% de agua; el contenido de larvas secas es 32-51% proteína y 36-41% de grasa (que se obtiene usando medios mecánicos o químicos). Los productos finales son: (1) 35% de harina de insectos con buen perfil de aminoácidos, usada para alimentación avícola; (2) ~10% quitina, con efecto inmunoestimulante en plantas (mezclada con fertilizante) y animales; (3) grasa de los insectos que puede añadirse al pienso animal; (4) 45-65% de sustrato usado como fertilizante NPK; (5) hidrolizados a partir de las larvas. Requiere una inversión muy baja (desde 60€/m2).