Mediante la adición de un anti disolvente, la solubilidad del azúcar de la remolacha en el agua se reduce, lo que permite que la cristalización de ésta ocurra incluso en  altas concentraciones de agua, reemplazando así tres pasos o etapas del procesado en refinarías de gran escala. Puesto que la viscosidad de la mezcla es mucho menor que la de una mezcla de azúcar/agua, los cristales de azúcar pueden ser recolectados sin necesidad de centrifugación (un proceso muy intensivo en energía) y el anti disolvente se recupera y recircula en un sistema de circuito cerrado. De esta manera, se consigue una reducción de aproximadamente el 50% de los requisitos energéticos del proceso. El azúcar recuperado puede venderse en el mercado alimentario local (desplazando así las importaciones), así como usada para procesos de fermentación, incluyendo “chemical building blocks” a través de una estrategia de descentralización. Los residuos de la remolacha por otra parte contienen un bajo volumen de aminoácidos de alto valor añadido, mientras que la pulpa del prensado de la remolacha es de alto valor como pienso animal.